Imágenes y arquetipos femeninos
El tema de Txaro Fontalba es el de la reversibilidad de los órganos sexuales, e incluso de los conceptos mismos de masculino y femenino. Este urinario, un objeto específicamente masculino, se convierte aquí en úteo, en matriz, en regazo. Como primer referente, la obra remite al famoso urinario de Duchamp, Fontaine, rechazado en la exposición de la Sociedad de Artistas Independientes de Nueva York, en 1917. Duchamp mismo jugó a otorgarle un sentido bisexual cuando, en la Boîte verte, leemos: «No se tienn más que por hembra el urinario y de eso vivimos»; además, existe en francés una acepción popular de la palabra «fontaine», que significa «sexo femenino». Para abundar en esta lectura, recordemos que Alfred Stieglitz lo fotografió de forma que se realzaran las formas curvas del objeto, mientras la crítica de arte Louise Norton señaló su paralelo con un Buda o con las curvas femeninas.
Lo más interesante del caso es que el Urinario fue, como se ha señalado, la contrapartida de otra obra escandalizadora, la Princesse X de Brancusi, que constituía una representación de la feminidad, pero que lo hacía a través de una forma inequívocamente fálica, y que fue presentada en la misma exposición de la Sociedad de Artistas Independientes de 1917. Así, como afirma Bernard Marcadé, «mientras que la obra de Duchamp puede ser comprendida como el travestimiento de un sexo de mujer en urinario, la de Brancusi sería más bien el disfraz de falo de la escultura [en oposición a lo femenino de la pintura] en retrato de mujer».
A esta historia, aún mucho más compleja y que aquí nos es imposible resumir, Txaro Fontalba da otra vuelta de tuerca: el urinario, rodeado de una especie de malla de cuerda, se convierte tanto en rostro como en útero. Girado también 90º, el urinario es un rostro vacío, con su empalme a la pared funcionando como cuello y su malla de cuerda como melena, o incluso como peluca dieciochesca. Pero Fontalba la ha realizado de tal forma, que la cabellera puede leerse también como silueta de un cuerpo femenino, con sus caderas y sus nacientes muslos rodeando un vientre-hueco, cóncavo, es decir, un útero. La equivalencia rostro-útero que nos propone el título no nos parece casual: ¿es la maternidad el «verdadero» rostro -la identidad- de la mujer? En absoluto, parece decirnos la artista, puesto que este rostro, esta identidad, posee a su vez elementos masculinos (el urinario). Txaro Fontalba había realizado una exposición, el año anterior a esta obra, acerca de la cual ella misma escribió: «Tapones, diafragmas, corazas, corazones; elementos de cierre y protección; imágenes y objetos de una iconografía antidemográfica, anticonceptiva, en contraposición a la iconografía femenina tradicional producida en el arte, la filosofía, la religión, la cultura». Así pues, con su urinario-útero, Txaro Fontalba continúa su labor desmitificadora y crítica de los patrones establecidos para la mujer: el de la femineidad, el de la maternidad.
Victoria Combalía
Rostro-útero, 1996.
Urinario, cuerda, gomaespuma y esmalte. 71x54x30 cm.
Círculo de Bellas Artes. Madrid. 1999
Tecla Sala. Hospitalet de Llobregat. Barcelona. 1998
«Querer que la mujer se convierta en mujer a la potencia dos, es querer desnaturalizarla. Es sobre todo impedirle crear y unirse en sí misma al elemento masculino que forma parte de su propia naturaleza».
Meret Oppenheim
Reinterpretar, des-identificar, resignificar bajo el signo de lo problemático el ser-mujer-efecto de una heterodesignación. Objetivar las figuras de la heteronomía y pasar a la autodesignación.
Txaro Fontalba, 1997
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