El consumismo en que vivimos puede denominarse bulímico, dice la artista Txaro Fontalba. La sociedad actual, dominada por un capitalismo que reduce cuanto hay a objeto de consumo, se relaciona con el mundo como una persona bulímica con la comida. Esta y otras ideas compadecen en sus obras expuestas en el Centro Huarte de Arte Contemporáneo hasta el 11 de marzo. Con ellas, la artista pamplonesa señala un punto de partida distinto y fructífero para reflexionar sobre nuestro tiempo: la comida.

Las contradicciones con las que se topa en esta reflexión son tan llamativas como trágicas. Por ejemplo, los seis primeros lienzos con que comienza la exposición (titulados todos Comer aire) representan una lucha interior en toda regla. Como defiende Victoria Combalía en el catálogo de la exposición, los seis se refieren a la anorexia: las personas anoréxicas comen aire. Y, de hecho, tal vez representen de forma eficaz la lucha de las personas que padecen esta enfermedad.

Los protagonistas de los seis cuadros son muelas y colmillos que flotan en el centro del lienzo y a los que se ha añadido la boca atada de un globo. Los dos contendientes que luchan son la libertad de que goza el diente, único protagonista del cuadro, y la esclavitud que se ha dado a sí mismo, la boca cerrada del globo. El espectador asiste con desasosiego a un duelo a muerte. Un duelo condenado a la propia aniquilación, porque ninguno de los contendientes sobrevivirá a aquello que desea, la muerte del contrario.

Otra lucha que protagoniza la exposición es la que representan los nueve Lechos de Medea. Son somieres de cartón en los que se ha escrito en mayúsculas los pensamientos de la noche de Medea, como No puedo amar cualquier cosa, ¿Qué ves en otras mujeres que yo no tengo?, o El amor una catástrofe. El espectador, más si es hombre, se encuentra ante algo, como diría Antonio Machado, “perfectamente serio”: la lucha interior de la mujer contra la madre. Así lo indica la artista. Y ya se sabe quién pierde, la maternidad: Medea acaba matando a sus hijos. Por eso, más que campos de batalla, los lechos son antesalas del desastre.

Las horas atragantadas es, por tanto, una exposición donde Fontalba aborda tragedias. Algunas actuales, como la anorexia o el consumismo ciego; otras “clásicas”, como la de Medea. Si supera el estupor y la risa que provocan en un primer momento las obras expuestas, el espectador podrá ser testigo de todas ellas. Aunque tal vez no le interese dar el paso de tomárselas en serio y prefiera quedarse con el consuelo de la risa.

 

Philip Muller