La lucha por un nuevo tipo de subjetividad se presenta como derecho a la diferencia, a la variación, a la metamorfosis.
La lucha por una subjetividad contemporánea pasa por una resistencia a las formas actuales de sujeción que nos individualiza según las exigencias del poder y nos ata en tanto que individuos a una identidad (ya sea sexual, de género, racial, social, nacional) determinada y fija. La cuestión del sujeto, la construcción de una nueva subjetividad es central en el marco filosófico de la crisis de la modernidad, en la posmodernidad y en ciertas teorías feministas. El problema es cómo definir un proyecto de subjetividad viable, que evite todo esencialismo y que no sacrifique la identidad como posibilidad de acción, creatividad y resistencia; cómo desplazar una subjetividad constituida por el conjunto de las fuerzas exteriores económicas, políticas, ideológicas impuestas; una subjetividad impuesta como sujeción, un sujeto sujetado.
En estas estructuras de poder masculinas la mujer ha sido asignada como pasiva, irracional y completamente emocional. Ya sea una redefinición del sujeto femenino como derivado del sujeto tradicional y purgado de sus elementos masculinos y neutralizado, como una definición de un sujeto marcadamente femenino, esencialista y como quieren algunas, superior al masculino, son insuficientes o al menos problemáticas. Es decir, la conexión entre el sexo femenino «entendido como identidad definida por la representación de la sexualidad en un momento histórico» y el pensamiento de las mujeres (literatura, artes, etc.) no se daría en un sentido biologicista «aceptando que la biología es destino» ni aludiendo a una correspondencia entre el cuerpo y el sujeto que actua, sino en un sentido cultural: Hay relación entre el género femenino y lo que las mujeres hacemos y lo que pensamos, ya sea para acatar o para rechazar los contenidos de género inculcados en la socialización. Es decir, el tener un sexo femenino ha marcado y marca la experiencia histórica de las mujeres en las sociedades occidentales. En la búsqueda de nuevos tipos de subjetividad con posibilidades de acción y resistencia, las mujeres no podemos eludir nunca del todo lo que la cultura masculina ha dictado sobre las mujeres y sobre nosotras mismas, pero al mismo tiempo esta subjetividad no puede ser un reflejo o una réplica del discurso masculino.
El esfuerzo de deconstruir al sujeto ha dado como resultado la articulación de un sujeto histórica y socialmente específico, cuyo contexto le confiere un género. Las categorías binarias hombre/mujer, masculino/femenino no son conceptos unitarios, sino que han variado históricamente y cualquier intento de llegar a un concepto unitario de «hombre» o de «mujer» es contraproducente. Se propone un concepto de sujeto contemporáneo como identidad desplazada respecto de las diferencias binarias; no es que carezca de identidad sino que es fluida, cambiante, heterogénea; una subjetividad multidimensional, nunca acabada, completa; plural, no jerárquica, es decir no basada en la diferencia sino en múltiples diferencias.
Qué pasa en medio, qué entra y qué sale, posibilidad de cambiar, metamorfosear los flujos de entrada y salida, o estar en medio.
Txaro Fontalba, julio 97
Beca de la Diputación Foral de Guipúzcoa
Referencias:
Gilles Deleuze, Foucault, Minuit, París, 1986.
María-Milagros Rivera Garretas. Textos y espacios de mujeres. Icaria Editorial. Barcelona, 1995.