Desde los años sesenta y setenta, las mujeres artistas han ido cobrando una importancia cada vez mayor, no sólo en numero sino también en la intensidad de sus trabajos. Es curioso constatar cómo, coincidiendo con la eclosión del feminismo de estos años, corre paralelo un arte que, en muchas ocasiones, trataba sobre todo de afirmar una identidad, la femenina. Shigeko Kubota en 1965 realizó su llamada Vagina Painting, con su pincel atado a su minifalda y simulando así pintar con su sexo, criticando la “virilidad” siempre atribuida al Action Painting, mientras Carolee Schneemann realizaba en 1975 su Interior Scroll, extrayendo de su vagina un poema enrollado. Todas estas artistas enfatizaban la diferencia sexual y el poder creativo de las mujeres.

Ahora, cuarenta años después, las artistas desplazan su problemática a campos más vastos y más complejos. Se hacen más sutiles o más abiertas, ampliando su repertorio de género a nuevos temas.

Txaro Fontalba comenzó su trabajo más personal con una serie dedicada al urinario de Duchamp, realizada en los años noventa. Tomando este objeto banal y masculino por excelencia, lo metamorfoseaba en femenino con aditamentos en clave neosurrealista: con una toca lo convertía en monja; con una malla, en rostro femenino; con un gorro, en rostro de aviadora. De esta forma subvertía la tradicional “masculinidad” del arte de vanguardia y enfatizaba la capacidad creadora de la mujer.

La exposición que ahora podemos contemplar muestra varios temas pero uno de ellos se ha convertido en lacra actual para las jóvenes. Se trata de la anorexia, una enfermedad fundamentalmente de origen psicológico y en donde la paciente rehúsa comer para poder cumplir con los cánones de una belleza no tanto humana, sino impuesta por la moda de la superdelgadez. En una obra de 1999 titulada precisamente Anorexia, Txaro Fontalba presentaba una mesa con enormes cintas métricas a modo de mantel sobre el que reposaban platos vueltos del revés y vacíos. Ahora, dando una vuelta de tuerca más, las alusiones se hacen más sutiles. De ahí que toda una serie de la muestra se titule Comer aire, en donde unos dientes pintados se han convertido en globos que se cierran como se cierra un estómago. Estos dientes no masticarán comida, sino la nada. Y de la misma forma que la artista hace «comer aire» también parece que haga «Pensar aire» en las obras que representan cerebros dibujados con finas rejillas.

Los y las anoréxicas mienten a su familia para evitar confesar que no comen. Muchas (utilizamos el femenino porque es mucho más habitual en mujeres que hombres) se provocan vómitos para expulsar lo que han comido; otras hacen ejercicios físicos exagerados para perder unas calorías que creen que les sobran en su cuerpo. Tienen una percepción de su estado físico completamente erróneo, a pesar de ser personas muy inteligentes. En general son muy perfeccionistas, pero esta pulsión autodestructiva también nos haría decir que son masoquistas. De ahí que Txaro Fontalba se pregunte: “¿Existe una negación o negaciones propiamente femenina? ¿Habla esto de la dificultad de la posición (sexuada) femenina?“

Una explicación psicoanalítica afirma que la anorexia es un trastorno derivado de la pérdida del cuerpo idealizado de la infancia y que una de las causas puede estar relacionada a una gran dependencia respecto a figuras parentales. ¿Es por ello, nos preguntamos, que Txaro Fontalba describe el cuerpo como un trozo de carne cruda asociado a un chupete?

¿O bien es una crítica a la mirada masculina, que a veces ve a las mujeres infantilizadas y como un puro objeto a degustar, o a devorar? Estas obras evocan aspectos sutiles del maltrato psicológico en donde el maltratador siempre trata a la mujer como a una niña pequeña, incapaz de razonar o de actuar como un adulto y a la que a la vez puede reñir y mimar.

La propia artista habla de sus intereses que subyacen a estas obras:
“Está claro”, afirma, “que la oralidad está presente en mi obra: comer, hablar, callar, atragantar, morder, tragar, devorar, consumir, consumar. La boca como agujero, el lugar de la demanda. Me asaltan, genero metáforas e imágenes de la oralidad, de la pulsión oral. ¿No estaré abriendo bocas en la carne y los objetos, abriendo por todo agujeros de demanda? ¿Y tapándolas, negándolas con chupetes? En la anorexia como metáfora interviene el deseo y su negación, la pulsión, el amor, los vínculos afectivos, la dependencia, la exposición al otro… Carne emocional.“

Para una anoréxica, la mesa debe de ser un instrumento de tortura pues se asocia al acto de comer; la mesa te agrede, te increpa, te devora ella a ti, no tú a ella o lo que contiene. De ahí esta mesa/boca, que asocia el continente con el instrumento del acto de comer, en un desplazamiento que se convierte en metáfora.

También el acto de hacer la compra de alimentos debe de consistir en una lidia para la paciente o para su familia. Txaro Fontalba nos lo devuelve como una Tauromaquia, es decir, como una pelea a muerte, no como un conflicto o una mera desregulación.

Especialmente impactantes entre este conjunto de obras son las Camas minced-meat, porque al lecho de amor se le ha acoplado, en collage, una o varias fotografías de carne picada. “Eso es lo que somos, y nada mas”, parece decir Txaro Fontalba, no sin un humor ácido, por no decir amargura. Claro está que podría cambiarse el sexo y pensar : “eso es lo que sois, aludiendo a la pareja entre sábanas: carne y nada más”. O bien, siguiendo con la anorexia, en donde el cuerpo femenino no suele reaccionar con naturalidad a la vida sexual, tal vez  ellas se vean tan sólo como un amasijo de carne picada.

De esta  crisis del cuerpo Fontalba pasa a las relaciones afectivas, siempre difíciles entre ambos sexos, por no decir imposibles. Y en sus Lechos de Medea (el personaje femenino que busca venganza) sus frases grabadas en camas son pensamientos habituales en mujeres con heridas de amor: “el amor es una catástrofe”; “no quiero ser para ti todas tus mujeres”; ”una mujer más que yo señorea por tu casa”. Otras veces son frases alusivas a la identidad sexual o a la exigencia emocional: “no puedo amar cualquier cosa” ; “en el vacío del centro ni hombre ni mujer”. Medea, recordémoslo, cuando sabe que su esposo Jasón se ha ido con Glauce, no sólo mata a su rival sino también a sus dos hijos habidos con él. Txaro Fontalba comenta:

“También Medea es una figura (femenina) de la negación, de otro tipo de negación, y en cierto modo es una figura más ambivalente, más amplia, rica y difícil de definir y aceptar. La historia de Medea me intriga, su historia causa repulsa, aquí no puedo sentir empatía. Pero atrapa algo de lo femenino muy interesante: la no coincidencia entre dos posiciones femeninas: ser mujer, ser madre y cuando ambas no se sostienen mutuamente, una a la otra, lleva al estrago. Y también habla de que no hay deseo femenino que no sea particular.”

Pero yo añadiría que aunque una parte de la historia de la vengativa y enfebrecida Medea sea la de los celos, otra parte de su personalidad es la de su capacidad de ser maga y hechicera, es decir, de estar dotada de poderes superiores.

Existe, en fin, una obra muy fuerte visualmente: la Cama carnívora. El lecho devora a su presa como lo haría una planta carnívora, y nos preguntamos si se trata de una alusión a las trampas del deseo, que atrapa a los humanos de uno y otro sexo. En todo caso, lo sorprendente de la imagen posibilita numerosos significados, una característica de cualquier obra de gran calidad. Son, pues, muchos y muy distintos los temas que arrancan de esta muestra, todos ellos en torno a arquetipos o comportamientos femeninos y que suscitan más preguntas que respuestas.

Victoria Combalía

Barcelona,2011.

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